Por María Francisca Jaster, MISEVI – U. S. a
¿Qué tienen en común el carisma vicenciano y el Vaticano II? Empoderar a los laicos para que compartan la misión de Cristo. La Lumen gentium, la Constitución dogmática sobre la Iglesia, afirma que es nuestra responsabilidad como bautizados ejercer la llamada bautismal como sacerdotes, profetas e hijos del reino de Dios. Cada uno de nosotros está comisionado para responder a la misión del Evangelio en virtud de nuestro bautismo. Con ese mismo espíritu, el carisma vicenciano afirma de manera similar esta misión. Thomas McKenna, en su libro Rezando con Vicente de Paúl, dice: "Dios se encuentra en el acto mismo de compartir el Evangelio. Mientras evangeliza, Dios envía la energía y el poder de la gracia. Al dar, el evangelizador es evangelizado". (pág. 54) MISEVI es un resultado directo de esta conexión con la misión.
Como una rama de la Familia Vicenciana, MISEVI (MIsioneros SEglares VIcencianos – Misioneros Laicos Vicencianos) nació en España y ahora está activo en once países, con varios otros países en el proceso de creación de los estatutos para participación activa.
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Los Documentos del Vaticano II nos llama a la santidad y a la misión. Como seglares Vicencianos, MISEVI está respondiendo a ese llamado. "Los laicos, dedicados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y equipados para producir en sí mismos frutos cada vez más abundantes del Espíritu... Así, como adoradores cuyas obras son santas, los laicos consagran el mundo mismo a Dios". (Capítulo IV #34, Los Documentos del Vaticano II) Es conmovedor presenciar estas santas obras realizadas por misioneros laicos de todo el mundo. Tal es la obra de las misioneras Virginia, Cristina y Guillermina, quienes, como MISEVI participantes de España, desarrollan iniciativas en Angola que permitan la mejora de la calidad de vida de las personas y comunidades locales involucradas. (https://www.MISEVI.es/mision-angola/) Hay cientos de otros MISEVI miembros en 4 continentes consagrando también el mundo mismo a Dios. Los documentos del Vaticano II continúan diciendo: "Por lo tanto, que los laicos se esfuercen hábilmente por adquirir una comprensión más profunda de la verdad revelada y rueguen insistentemente a Dios el don de la sabiduría". (Capítulo IV #35) Vicente y Luisa alentaron la participación de los laicos en la vida de la Iglesia y los apoyaron a través de la organización de grupos a los que pudieran pertenecer. Me parece que se adelantaron a su tiempo al reconocer que todos están llamados a responder al Evangelio; Todos, religiosos y laicos, están llamados a la santidad. MISEVI se esfuerza por apoyar esta búsqueda de sabiduría a través de un proceso de formación que prepara a las personas para comprender las virtudes del camino vicenciano: humildad, celo, sencillez, auto-control y mansedumbre.
Este camino vicenciano es la misión de Jesucristo, y durante siglos, gran parte del trabajo de la misión de la Iglesia estuvo relegado a las comunidades religiosas y a los clérigos. Pero el Vaticano II (y Vicente y Luisa) nos recuerda que, por la naturaleza de nuestro bautismo, todos estamos llamados a esa misma misión. "En los diversos tipos y deberes de la vida, una y la misma santidad es cultivada por todos todos los que son movidos por el Espíritu de Dios, y que obedecen la voz del Padre, adorando a Dios Padre en espíritu y en verdad. Estas almas siguen al Cristo pobre, al Cristo humilde y que lleva la cruz, para ser dignas de ser partícipes de su gloria". (Capítulo V, #41) A medida que los misioneros laicos encuentran a Cristo en el que es pobre, experimentan una transformación que es vital para la misión. A medida que los misioneros laicos se encuentran con los marginados, aprenden a tomar esa experiencia y a encontrarse con los demás con nuevos ojos. Lynne compartió esta reflexión después de completar un año con los Voluntarios Vicencianos de Colorado, parte de MISEVI– Estados Unidos.
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Gracias por inspirarme y ayudarme a descubrir tanto sobre los pobres y todas las cosas que tienen que enseñarnos. Entre las cosas que aprendí de nuestra peregrinación fronteriza (peregrinación anual a El Paso, Texas y Juárez, México) y nuestras reflexiones semanales es que se nos pide que nos abramos a estos encuentros genuinos con los demás, sin importar cuán heridos, sucios o diferentes puedan parecer. Espero acercarme a las personas marginadas de este mundo con dignidad y humildad, libre de la mentalidad de que soy yo la que es necesitada y "ayuda". Porque cuando me crucé en febrero pasado con CVV, sin otra intención que la de escuchar, aprender y estar presente, tuve los encuentros más reales posibles. Vale la pena la incomodidad y el miedo que proviene de atravesar los límites, las percepciones y las divisiones que hemos construido en nuestras mentes y en nuestra sociedad, porque a través de estos encuentros auténticos, creo que se pueden compartir la verdadera gracia y transformación.
El Vaticano II y el carisma vicenciano nos desafían como laicos a vivir la misión del Evangelio. Las Constituciones y Estatutos de la Congregación de la Misión enumeran características que se relacionan directamente con esta experiencia transformadora: "la disponibilidad para ir a cualquier parte del mundo y el esfuerzo por vivir en un estado de conversión continua, tanto por parte de cada miembro como por parte de toda la Congregación". (págs. 32-33) MISEVI crea una red de colaboración que apoya esa vida como personas de misión, algunas de las cuales van a cualquier parte del mundo y otras que comparten el Evangelio en sus países de origen. MISEVI también espera seguir creciendo, expandiéndose a nuevos países, fundamentando el trabajo que ya están realizando los laicos vicentinos, ofreciendo apoyo y desafío a los misioneros laicos que comparten el carisma vicenciano.
"Porque el Señor quiere difundir su reino también por medio de los laicos, un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz". (Capítulo IV #36)