Dios, Padre de bondad, Tú que llamas a cada uno de nosotros por su nombre,
Ayúdanos a ser fieles a la vocación recibida.
Queremos ser sal y luz del mundo, siempre sirviendo a los pobres con un amor afectivo y efectivo.
Necesitamos que tu hijo Jesucristo predique Su Palabra en los lugares a los que hemos sido enviados.
Queremos ser testigos del Reino, viviendo las Bienaventuranzas.
Envíanos el Espíritu Santo para que, como Iglesia, vivamos en comunión y unidad con los demás.
Nosotros, misioneros laicos, queremos acoger el don de la comunidad y renovarnos en la luz de Tu Evangelio.
Que María, Reina de las misiones, acompañe y vele por la continuidad de nuestra entrega en la tarea encomendada por Jesucristo nuestro Señor. Amén.