A group of MISEVI volunteers
La Vida Cristiana, La fe y la Espiritualidad, El Diálogo Interreligioso, La oración y la Devoción, Las Cuestiones sociales y de la Fe

MISEVI una Nueva Forma de ser discípulo y misionero de Cristo.

Por Eli Chaves Dos SantosCM

Introducción

Hoy en día, muchas personas, especialmente hombres y mujeres jóvenes en varios países, están descubriendo el ideal misionero vicenciano como una forma de dar sentido a su vida y revitalizarla. En Mozambique, en la pequeña ciudad de Xinavane, conocí a cuatro jóvenes miembros de MISEVI de México que, con gran alegría, estaban comprometidos en un proceso de evangelización entre la gente pobre del campo. También en Mozambique, en la ciudad de Nacala, pasé tiempo con algunos jóvenes de España, miembros de la Asociación de Jóvenes Marianos Vicencianos y de MISEVI que dejaron la comodidad de su familia y de su país para dedicarse a la evangelización y a la promoción social de los pobres. En la ciudad de Cochabamba, Bolivia, dos jóvenes de España y uno de Honduras, miembros de MISEVI, coordinan varios centros sociales que abogan por las personas que viven en las calles. En Brasil, la Congregación de la Misión ejerció su ministerio durante doce años en una parroquia en las afueras de Diadema. En 1999, cuando la Congregación dejó esta parroquia, un grupo de veinte laicos decidió organizar una rama de MISEVI para ejercer su ministerio en este barrio pobre y para participar (durante el tiempo de sus vacaciones y con otros miembros de la Familia Vicentina) en las misiones populares que se ofrecían a las personas que vivían en esa zona.

Estos son solo algunos de los numerosos ejemplos de personas que están descubriendo y viviendo el ideal misionero vicenciano como una forma de dar sentido a su vida y rejuvenecer su vida. Quisiera compartir con ustedes algunos elementos de ese ideal misionero. Os invito a reflexionar sobre la experiencia misionera y los fundamentos que fundamentan este estilo de vida.

El fundamento del ideal misionero

¿Por qué estas personas abrazan el ideal misionero? ¿Cuál es el significado de este ideal? ¿Cuál es su fundamento? El fundamento de este ideal misionero es Jesús, el misionero del Padre que nos llama a ser sus discípulos y misioneros.

Jesús, misionero del Padre

Dios, en amor infinito, creó el mundo y la persona humana. Debido al pecado que desfiguró la creación, Dios hizo un pacto con Abraham y estableció al pueblo de Israel. A lo largo de la historia, Dios habló a estas personas y las invitó a una nueva forma de vida. Dios prometió a este pueblo una "nueva tierra", un nuevo mundo de paz, justicia y libertad. Para revelar la plenitud de la creación y establecer de manera definitiva su alianza y su promesa, Dios envió a su hijo, Jesús, quien inauguró el reino de la plenitud de la vida, el cielo nuevo y la tierra nueva (Hebreos 1:1-3).

En Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, Dios inauguró su plan. En la sinagoga de Nazaret, Jesús se presentó como ungido por el Espíritu y enviado por el Padre para proclamar la Buena Nueva a los pobres (Lucas 4:18-19). Su misión era asegurar que todas las personas tuvieran vida, la plenitud de la vida (Juan 10:10). Proclamó que la prioridad en la vida debía ser primero, buscar el Reino y su justicia (Lucas 12:31).

Durante los tres años de su ministerio público, Jesús vivió como un hombre pobre; Se acercó de manera preferencial a los pobres y los defendió en su sufrimiento y en su necesidad. Jesús vive y presenta su propuesta de vida nueva, es decir, el amor debe convertirse en la vara de medir de toda realidad. En el amor, las personas están llamadas a vivir en obediencia fiel a Dios, en comunión con los demás, en la edificación de la propia vida y en la acción responsable que transforma el mundo.

Con palabras y acciones, Jesús vivió lo que proclamó y proclamó lo que vivió. En medio de una realidad marcada por la pobreza social y económica, por la dominación romana y por la dominación religiosa, Jesús desarrolló un ministerio liberador: se acercó a las personas, curó sus enfermedades, les abrió los ojos y el corazón para que comprendieran el sentido de la vida y tomaran conciencia de sus derechos y así se integraran en la sociedad. Con respecto a la dignidad de la persona, Jesús promovió la verdadera naturaleza y vocación de la persona humana y desarrolló un ministerio inclusivo e integral.

Jesús utilizó una pedagogía que le permitió tocar el corazón de las personas y transformar su vida. Las palabras y acciones de Jesús avivaron el corazón, llamaron a las personas a una nueva forma de vivir como comunidad e instaron a las personas a vivir en solidaridad entre sí. Además, las palabras y acciones de Jesús crearon un entusiasmo en las personas que, a su vez, les permitió amar a Dios y a su prójimo. Jesús evangelizó con su presencia, con su estar con la gente y con su acción de amor. Jesús se dedicó a la acción transformadora; creó una comunidad auténtica; Colocó nuevos valores y actitudes de servicio ante las personas y les proporcionó una nueva forma de ver y vivir la vida.

Jesús se hizo semejante a nosotros en todas las cosas, excepto en el pecado. Jesús presentó su mensaje con humildad... No impuso su mensaje, sino que respetó la libertad de sus oyentes y seguidores. Debido a la profundidad de su mensaje y a la calidad de su vida y servicio, la actividad y las palabras de Jesús tienen credibilidad y autoridad. Jesús revela el valor de la cruz: Jesús enseña a las personas a vivir en el amor y la solidaridad para transformar el corazón de las personas y ese amor y solidaridad exigen la renuncia y el cultivo de la generosidad. Jesús nos enseña sobre la necesidad de aceptar la cruz y el sufrimiento como una condición necesaria en la búsqueda del bien mayor.

Jesús enseña y da testimonio del hecho de que el deseo humano de felicidad encuentra su respuesta en Dios. La vida tiene una dimensión trascendente de comunión con un Dios misericordioso. Jesús nos enseña a establecer una relación con Dios a través de la oración y la contemplación. También nos enseña a cultivar una espiritualidad auténtica para que podamos vencer el pecado, vivir los verdaderos valores de la vida, sanar las heridas del mundo y hacer que las personas tomen conciencia de su bondad interior. Jesús nos invita a emprender un camino fecundo de amor. Toda la vida de Jesús y el contenido de su enseñanza son un proyecto que hay que vivir, un horizonte que nos permite afrontar la realidad que nos rodea y, luego, seguir adelante... La vida y la enseñanza de Jesús es un camino a seguir.

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Jesús nos hace discípulos y misioneros

Jesús anuncia el Reino y cuenta con la colaboración de los pobres... la colaboración de todas las personas. Encarnado en la vida y en la historia de su pueblo y de su tiempo, Jesús despertó a las personas a su propuesta y a la necesidad de vivir su vida de una manera nueva, de vivir su vida desde la perspectiva del amor. A lo largo de su camino misionero como enviado del Padre, Jesús, por inspiración del Espíritu Santo, invita a todos los hombres a seguirlo; Llama a los hombres y a las mujeres y les comunica una nueva forma de vida, una nueva forma de ser comunidad y una nueva forma de amar. De entre el número de sus seguidores, escoge a sus apóstoles y discípulos.

Como resultado de una profunda relación con Jesús, sus seguidores descubren que han sido elegidos por Dios para una nueva vida, una vida en última instancia relacionada con la persona de Jesús y comprometida con la tarea de hacer nuevas todas las cosas. Como partícipes de la vida y de la misión de Jesús, estos discípulos reciben el mandamiento: Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15). Los discípulos están llamados a identificarse con el Maestro, a compartir su tesoro, el don de la fe y a no medir el esfuerzo o el sacrificio que se necesita para vivir de acuerdo con el Evangelio y para anunciar el Evangelio a todos los hombres ¡Ay de mí si no predicara el evangelio! (1 Corintios 9:16).

El mandato de Jesús menciona específicamente el anuncio de la Palabra, la celebración de la fe y la acción caritativa como medios para establecer y fortalecer la comunión con Dios y la unión entre los hombres. La comunión y la misión están íntimamente relacionadas entre sí. La comunión es misionera y la misión es para la comunión. Los discípulos de Cristo no son personas aisladas o estáticas; más bien son personas que viven en comunidad y que se entregan a los demás. El misionero/discípulo no puede "poseer" o "poseer" su vida, sino que tales individuos siempre están tratando de acercarse a los demás, siempre dejando de lado el egocentrismo y el interés propio para referir todas las cosas a Jesucristo y a las personas a las que deben proclamar las buenas nuevas. Estos hombres y mujeres son sujetos que caminan hacia un encuentro: un encuentro con el Maestro y con hombres y mujeres que esperan el anuncio. Por lo tanto, Jesús reunió a sus discípulos en comunidad y, después de su muerte y resurrección, les envió el Espíritu Santo, que a su vez los hizo iglesia y los fortaleció en la comunión y en la misión. Jesús, por la acción del Espíritu Santo, sigue confiando este esfuerzo misionero a la Iglesia, para que todos vivan en comunión con Dios y entre sí. La misión es la tarea esencial de la Iglesia, una tarea que debe realizarse en libertad, diálogo y caridad para establecer la comunión en la solidaridad, la justicia y el amor.

La misión y de sus desafíos

Los misioneros laicos vicentinos intentan vivir y actuar como discípulos y misioneros de Cristo, el Misionero del Padre. Están convencidos de que, hoy como ayer, Cristo los llama y los envía por caminos de todo el mundo para anunciar el Evangelio a todos los hombres (Mt 28,19) y aceptar las exigencias y los desafíos propios de su tiempo.

La misión de la evangelización

La misión es una parte integral de la identidad cristiana. A medida que las personas se vuelven más conscientes de su unidad con Jesús, también se vuelven más conscientes de la necesidad de comunicar el don de este encuentro. Cuando los discípulos están enamorados de Cristo, se sienten obligados a proclamar al mundo el hecho de que la salvación se encuentra sólo en Cristo, que es la plenitud de la vida. Ser discípulo y misionero son dos dimensiones fundamentales de la vocación cristiana que se asumen en el momento del Bautismo. La misión es una cuestión de fe... implica compartir con todas las personas el don de la fe en Cristo. Evangelizar es la misión primordial de la Iglesia y de cada cristiano. Evangelizar es hacer lo que hizo Jesús, continuar su misión de proclamar la cercanía del Reino de Dios, dando signos concretos de su cercanía, siguiendo las enseñanzas de Jesús y viviendo los valores del Evangelio.

Evangelizar es proclamar la buena noticia que es Jesús mismo... Jesús que, por el Espíritu, nos comunica la vida del Padre. Benedicto XVI ha afirmado: No hay mayor prioridad que ésta: permitir que los hombres de nuestro tiempo vuelvan a encontrarse con Dios, el Dios que nos habla y comparte su amor para que tengamos vida en abundancia (Verbum Domini, #2). Teniendo en cuenta que el pueblo de Dios es un pueblo "enviado", la misión de proclamar la Palabra de Dios es una obligación de todos los discípulos de Jesucristo, una obligación derivada de su Bautismo. La misión es universal. Aunque Jesús ejerció su ministerio dentro de una región geográfica pequeña y muy limitada, sus discípulos misioneros no tienen fronteras geográficas ni culturales al proclamar las buenas nuevas. La presencia insustituible y necesaria del Espíritu es el alma misma de esta acción de anunciar la Buena Nueva de salvación a todos los pueblos, a todas las culturas y a todos los lugares.

Los desafíos de la misión

Los discípulos/misioneros, inspirados por el Espíritu Santo, intentan hacer visible el amor misericordioso del Padre en todos los lugares y a todas las personas, pero especialmente a los pobres y a los que sufren. A medida que viven esta misión, los discípulos avanzan en santidad que, a su vez, revelan al mundo. Su tarea es anunciar la Buena Nueva a la luz de la alegría y la esperanza, del dolor y de la angustia de los hombres de nuestro tiempo... proclamar la Buena Nueva con profundo respeto y en diálogo con el mundo, en diálogo con la diversidad social y cultural del mundo. Por lo tanto, la misión es siempre una propuesta, libremente presentada, que transforma la vida y la sociedad.

La misión tiene que actualizarse continuamente y no puede evitar la confrontación con los problemas concretos del mundo. La teología de la misión nos dice que debemos desarrollar un proceso de evangelización ad intra (un proceso que anima a las personas de fe en aquellas tierras que han sido tradicionalmente católicas) y un proceso de evangelización ad gentes (un proceso que llega a las personas en aquellas áreas donde la fe y la iglesia no están firmemente establecidas). Hoy en día, con la globalización y los rápidos cambios, casi no hay distinción entre estas dos formas de evangelización. Hoy en día, toda la iglesia debe estar en un estado de misión, ya que el mundo entero y todas las naciones necesitan una intensa actividad misionera.

Los horizontes de la evangelización son tan vastos como las diversas situaciones que encontramos en el mundo... Así, los horizontes son muy variados. El mundo actual es plural, un lugar de muchos cambios y, por lo tanto, debemos evangelizar de una manera nueva. Si operamos solo dentro de los parámetros de la cultura y hacemos lo que siempre hicimos en esos lugares, entonces el resultado será el de anular el poder del Espíritu Santo. Dios está en todas partes y, por lo tanto, debemos descubrir cómo proclamar la buena nueva en el lenguaje de cada cultura específica, en nuevos lugares y de una manera nueva que esté en armonía con la realidad del lugar específico.

Hoy vivimos en un momento histórico de verdadero cambio de época. Es un tiempo lleno de encantamientos y desencantos, un tiempo en el que nos enfrentamos a nuevos valores, problemas y posibilidades que plantean preguntas a los discípulos y misioneros de Cristo. A la luz de esta realidad, Dios nos llama a vivir y renovar nuestra fe y a ofrecer una respuesta misionera, una respuesta nueva y ferviente. La Iglesia Católica nos invita a renovar nuestra fe y a proclamarla con entusiasmo. Es por esta razón que el Papa convocó una Año de la Fe y nos ha llamado a desarrollar una nueva evangelización. Benedicto XVI ha afirmado: No podemos aceptar que la sal se vuelva insípida o que la luz se mantenga oculta (cf. Mt 5, 13-16). Los hombres de hoy todavía pueden experimentar la necesidad de ir al pozo, como la samaritana, para escuchar a Jesús, que nos invita a creer en él y a recurrir a la fuente de agua viva que brota en él (cf. Jn 4, 14)... Es necesario un compromiso eclesial más fuerte en la nueva evangelización para reencontrar la alegría de creer y el entusiasmo por la comunicación de la fe (Porta Fidei, #3 y #7).

No es fácil presentar una síntesis de los desafíos y las primeras líneas de acción de la evangelización en el tiempo actual. Establezco aquí lo que creo que son algunos de los desafíos más significativos e importantes.

A] La evangelización no es una campaña proselitista que se desarrolla con el fin de confrontar a personas de otras religiones y/o no creyentes; la evangelización no es un intento de recuperar un pasado glorioso de la fe católica. La evangelización es un intento de suscitar en las personas y en la comunidad la acogida del Evangelio para que toque y transforme todos los aspectos de la vida, lo que lleva a una vida de amor en comunión con Dios y con los demás. Es necesario evangelizar desde la base, es decir, desde la situación concreta de las personas y no desde una posición de poder económico, cultural, clerical o religioso. Por lo tanto, estamos llamados a evangelizar desde la perspectiva del testimonio personal y comunitario como una iglesia evangelizadora pobre / servidora que no busca establecer la iglesia del pasado, una iglesia de poder que tuvo el apoyo del estado y otros grupos poderosos.

B] La evangelización debe desarrollarse desde la perspectiva de la cercanía y del encuentro. Estas dos actitudes caracterizan el modo en que Dios se ha revelado en la historia y son dos modos de vivir de manera eclesial como discípulos/misioneros. Dios está cerca de las personas, tan cerca que Dios se encarnó en medio de las personas. Así como Dios sale al encuentro de las personas, el misionero debe estar cerca de las personas en su realidad concreta y debe promover el encuentro con Jesucristo y el encuentro con los hermanos. La cercanía crea comunión y pertenencia y también crea la posibilidad de un encuentro. La cercanía toma la forma de diálogo y crea una cultura del encuentro.

C] La evangelización es obra de todos y ninguna persona o grupo de personas en la Iglesia tiene el derecho exclusivo de evangelizar. La tarea evangelizadora es la misión de todos los cristianos. Desde el punto de vista del ministerio, todos tienen una responsabilidad misionera, y esto es especialmente cierto para los laicos que, a la luz de la evangelización clerical del pasado, deberían ser protagonistas de la nueva evangelización.

D] La evangelización, a la luz de la experiencia espiritual de las personas, debe promover una actividad misionera que las lleve por un camino en el que puedan descubrir a Jesús, puedan fascinarse con su persona y con su causa. La evangelización debe hacer que las personas se apasionen por Jesús e igualmente apasionadas por transformar el mundo en el reino, apasionadas por hacer presentes los valores de Jesús en el mundo. La evangelización debe ser profética y liberadora... debe hacer a las personas más humanas y debe promover la paz y la justicia. Por lo tanto, la evangelización no se refiere sólo al culto y a la preservación de las costumbres y tradiciones religiosas.

E] La evangelización no debe partir de conceptos doctrinales, catequéticos, dogmáticos o morales. Por encima de todo, la evangelización debe ser bíblica y poner a las personas en contacto directo con el mundo que las lleva al Jesús histórico de los evangelios. A la luz de la palabra es importante descubrir, en medio de la realidad presente, la voz de Dios y las formas en que Dios está presente.

F] Desde la perspectiva de una renovada teología de Dios, de Cristo, del pecado, de la moral, de la Iglesia, del Pueblo de Dios y de la apertura al mundo, la evangelización necesita discernir la presencia del Espíritu en los signos de los tiempos y esto a su vez debe llevar a un compromiso más profundo con el mundo. La evangelización debe llevar a la Iglesia a una conversión continua al Evangelio, a la capacidad de dejar atrás las estructuras anticuadas que no permiten a las personas vivir una fe auténtica, una fe que transforma.

G] Toda actividad evangelizadora debe estar orientada hacia el misionero y la comunidad, y no centrarse en la iglesia como templo, sino más bien en las calles y en las casas de las personas, en el lugar de trabajo, en la vida cotidiana, en la naturaleza, en la ecología... realidades que conducen al encuentro con las personas y que conducen a la integración de las personas en una comunidad eclesial viva que, a su vez, se convierte en un signo contrario al individualismo moderno y a la "pertenencia eclesial" actual, que tantas veces carece de sentido.

H] Encarnada en una cultura, en una situación social y humana específica, la misión necesita enfrentar nuevas situaciones (por ejemplo, el mundo de la dependencia química, la inmigración, la ecología, la juventud, la exclusión social, la paz y la comunicación) y también necesita promover la unidad en la diversidad. Con espíritu de humildad y respeto, la misión significa que estamos presentes y comprometidos en las periferias de la sociedad, con los más pobres y excluidos, en los lugares donde los gritos de los pobres son más urgentes, en las fronteras donde la Iglesia se enfrenta a problemas nuevos y difíciles en medio de nuevas situaciones, En el desierto donde el Evangelio no es conocido, donde la Iglesia es pobre, donde la Iglesia es minoritaria o apenas da sus primeros pasos. Dejémonos guiar por el Espíritu que todo lo renueva y se mueve por todas partes... ¡Que nos dejemos guiar por el Espíritu aunque no sepamos a dónde nos lleva el Espíritu!

MISEVI: un nuevo camino que nos permite responder como misioneros

Los misioneros laicos vicentinos están presentes en varias partes del mundo y están tratando de vivir su vocación misionera como vicentinos y como miembros de una organización misionera llamada MISEVI. ¿Qué significa vivir nuestra vocación misionera como vicentinos? ¿Qué es MISEVI?

El testimonio misionero de San Vicente

Vicente vivió en el siglo XVII. A lo largo de su vida se dejó interpelar por las realidades que le rodeaban. Conocía y escuchaba el grito de los pobres y desde esa perspectiva desarrolló su espiritualidad y su actividad: Dios es absoluto... Cristo es el evangelizador de los pobres... los pobres son la presencia de Cristo... el anuncio de la Buena Nueva de la liberación a los pobres es el centro de la vida y de la misión de Jesús. Vicente de Paúl dijo: Y si le preguntamos a Nuestro Señor: "¿Qué viniste a hacer en la tierra?" "Para ayudar a los pobres". —¿Algo más? "Ayudar a los pobres" (CCD:XI:98). Nada era más importante para Vicente que ministrar en favor de los pobres.

El encuentro con Cristo en los pobres hizo que Vicente tomara conciencia de que los pobres son nuestros señores y maestros (CCD:XII:4). La verdadera fe implica un compromiso con la misión y de la caridad en favor de los pobres. Dar a conocer a Dios a los pobres; para anunciarles a Jesucristo; para decirles que el reino de los cielos se ha acercado y que es para los pobres (CCD:XII:71). La misión vicentina expresa y revela una clara preferencia por el ministerio entre las personas pobres, un ministerio en el que estamos atentos a la realidad social, pero especialmente a las causas que crean una distribución desigual de la riqueza mundial. La evangelización de los pobres es un signo de que el Reino está cerca.

En Cristo, evangelizador de los pobres, Vicente encontró el verdadero modelo que debe utilizarse para medir todas nuestras acciones. Cristo es la Regla de la Misión (CCD:XII:110). Revestirse de los sentimientos y de las actitudes de Cristo, evangelizador de los pobres, es el camino que permite al discípulo/misionero vivir y cumplir la misión. Vicente destacó cinco virtudes: sencillez, humildad, mansedumbre, auto-control y celo. Se trata de virtudes personales y comunitarias, instrumentos indispensables que nos permiten renovar nuestra fe, acercarnos y dialogar con los pobres, descubrir y aceptar los desafíos de la evangelización y descubrir los diversos caminos por los que nos llevará la misión.

Vicente desarrolló la misión como un acto de amor, un acto de servicio generoso e integral en favor de los pobres. La misión implica: el servicio corporal y espiritual, el amor afectivo y efectivo, las palabras y las acciones, todo está relacionado con la caridad. En la misión vicentina, el servicio de la Palabra está íntimamente relacionado con la caridad, que a su vez lleva a la la Palabra que libera, salva y transforma las causas que generan la pobreza y la injusticia.

Vicente se dedicó a un ministerio de solidaridad extenso, creativo y diversificado. Siempre al servicio de la Iglesia y en comunión con la Iglesia, el ministerio de Vicente fue comunitario, participativo y colaborativo. La comunión y la colaboración con los demás (hombres y mujeres, ricos y pobres, clérigos y laicos) son la clave del éxito del servicio misionero de Vicente en favor de los pobres.

Ser discípulo y misionero vicenciano como miembro de MISEVI

Ayer y hoy, el ejemplo de san Vicente sigue inspirando a muchos hombres y mujeres en su vocación de discípulos/misioneros de Cristo y sigue creando conciencia de nuevas y creativas iniciativas misioneras. MISEVI es el fruto más reciente de esta herencia misionera vicentina, un fruto que ha llegado a la madurez a través de la acción creativa del Espíritu en la Iglesia

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